El clown no es un personaje ficticio al uso, al que nos aproximaremos para encarnar su biografía, su cuerpo y modo de pensar. El clown es un proceso de creación vivo que, desde su candidez, explora las propias vilezas y noblezas, los propios talentos e incapacidades, para hacernos conscientes de que ninguna de éstas cosas existe en su estado puro: nada es inmaculadamente perfecto, nada es terriblemente imperfecto.
Así nos libera de la dura y permanente tarea de escondernos. Para sorpresa de todos los presentes, el fracaso se convierte en victoria cuando provoca la risa del público y nos libera por un instante de la asfixiante autocensura. Se trata de una búsqueda que trata de establecer una conexión con algo que ya se encuentra en todos nosotros: nuestros rasgos más íntimos y ocultos como la ineptitud, la necedad, los prejuicios aquello que ocultamos con nuestras máscaras cotidianas. Pero también con lo que insistimos en visibilizar constantemente y que puede que no nos defina en realidad como la invulnerabilidad, la ecuanimidad o dureza.
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